Gerente de Dorians se vuelve loco con clientes.

Hemos recibido un correo electronico sobre un problema que ocurrio en la tienda llamada DORIANS de Albrook Mall, aqui los dejamos con todo lo que paso con lujos y detalle, nombres y todo...

 

 

 

 

 

 

A continuacion el correo completo de la persona que se querjo...

 

No compre en almacén Dorians de Albrook Mall Panamá
Por Giovanni Beluche V.

9 de enero de 2011

Atención turistas, tour operadores y consumidores, no compren en almacén Dorians de Albrook Mall en Panamá (nombre legal Grupo Primavera Holding, personería jurídica 2357-1-364165 DV93).

El miércoles 5 de enero de 2011 ingresé con mi familia al almacén Dorians  en el mencionado centro comercial. Al entrar el guarda de seguridad privada (sin uniforme ni identificación) me ordenó que dejara mi mochila en la paquetería. Le dije que en ella llevaba artículos de valor (aunque no sé qué es un artículo sin valor), a lo que el mal encarado guarda me respondió que si pretendía entrar debería dejar mis pertenencias a cargo del muchacho de la paquetería. Ya mi familia estaba adentro y no me dejó más opción que entregar mi alforja, a cambio de una ficha numerada como única garantía.

Llama la atención que en estas tiendas no coloquen paqueterías con un candado, que el mismo cliente cierre y se lleve las llaves. Por lo tanto, la gerencia del almacén es responsable por los artículos que el cliente confíe a su personal. Después de la “amable” recepción, nada extraña en un país donde la calidad de servicio al cliente es desconocida, alcancé a mi familia que hacía compras. Pasada más de una hora fuimos a la caja y pagamos, me dirigí a retirar mi mochila y la paquetería estaba sola, NO HABÍA NINGÚN EMPLEADO DE LA TIENDA CUIDANDO LAS PERTENENCIAS DE LOS CLIENTES.  Pedí al guarda de la puerta que llamara a alguien y al rato apareció un encargado, que no era el mismo que cuando ingresé.

Apenas me devolvieron mi mochila, como acostumbro, la revisé delante del empleado y descubrí que me habían extraído la cámara digital. Sé que el artefacto había quedado dentro de la mochila, incluso acababa de tomar una foto previo a mi ingreso al local. En ese instante entendí por qué se miraban entre sí, de manera nerviosa, el guarda de la entrada y el muchacho de la paquetería, seguramente no esperaban que yo examinara el interior de mi mochila. De inmediato le señalé a ambos la desaparición de la cámara, a lo que el encargado de la paquetería respondió que su colega, el que me había recibido el bolso, se había ido a almorzar y que él no sabía y no podía hacer nada.

Ante la inoperancia de estos subalternos, pedí hablar con el gerente del almacén, que resultó ser un arrogante campeón de la estupidez andante. Es increíble que una cadena de tiendas como Dorians tenga a semejante inútil como gerente, lo que les cuento a continuación lo demuestra. El tal gerente apareció y sin mediar saludo ni presentarse formalmente me preguntó qué pasaba (era obvio que ya le habían comunicado por vía interna). Al contarle, no se tomó la molestia ni siquiera de simular que iba a  investigar, de inmediato arguyó que todos los empleados son “revisados de pie a cabeza cuando salen del almacén”. Sin dejarme hablar, lanzó su segundo argumento: “…, además, es su palabra contra la nuestra”, denotando que es asiduo a los programas de abogados que abundan en la televisión.

Intenté explicarle que hay muchas formas de sacar la cámara, por ejemplo, un cómplice del encargado de la paquetería deja una bolsa, haciéndose pasar como cliente; el encargado mete la cámara en la bolsa de su compinche y este la retira normalmente. El flamante gerente no escuchaba. Pregunté si tenían cámaras de seguridad y me dijo que sí, pero que la de paquetería no grababa. El anónimo gerente llamó al muchacho de la paquetería y a un guarda, quienes se introdujeron en una bodega; yo supuse que los iba a interrogar, por lo que mi hija y yo nos metimos a pesar de no haber sido invitados. Dentro, el incógnito gerente se limitó a preguntar: “¿lo revisaron cuando salió a almorzar?” y la respuesta era obvia. Se volteó hacia mí y me repitió: “vio, es su palabra contra la nuestra”.

Como esta diligencia no prometía futuro, le dije a mi desconocido interlocutor que me diera su nombre, para proceder a la denuncia correspondiente, lo cual enardeció al alto ejecutivo de Dorians. Me gritó que no tenía por qué darme su nombre, de repente sentí que estaba metido dentro de una de las historias de Harry Poter frente “al que no debe ser nombrado”. Respondí en su mismo tono y decibeles que él como gerente representaba los intereses de su empresa y era responsable de todo lo que allí ocurriera. Su respuesta fue que si yo quería nos podíamos ir a los puños porque en “mi tienda nadie me grita”, le faltó decir que él tiene la exclusividad para ladrar.

Lo de los puños me pareció un poco salvaje, aunque debo confesar que estuve tentado, a pesar de que le duplico la edad a semejante idiota, porque me acordé de que perro que ladra no muerde. Pero, preferí proceder civilizadamente, por lo que me dirigí a donde la supervisora del almacén, quien me dijo que ella no estaba “autorizada” para dar el nombre del hasta entonces fantasmal funcionario. Con semejante jefe entendí la actitud de la segunda de abordo, una especie de esclava Isaura, que minutos antes con las cajeras había recibido mis dolaritos al pagarle las compras.

Todo el tembloroso personal de la tienda cerraba filas, marcialmente, ocultando la identidad de quien la corporación Grupo Primavera Holding ha designado como gerente en una de sus más visitadas tiendas. ¡Se imaginan, un cliente en problemas solicita el nombre del gerente del almacén y nadie se atreve a identificar a su superior jerárquico! Extraña cultura organizacional de la cadena Dorians.

Antes de salir a buscar la Policía Nacional, me detuve en varias secciones del almacén, advirtiendo a la clientela que cuidaran sus pertenencias ya que me habían robado y el gerente no me daba ni su nombre. Volví con dos oficiales, quienes actuaron con respeto y prudencia. Al entrar a la tienda el gerente sin nombre no estaba, buscamos a la supervisora y ella, al ver a los policías, se escondió debajo del mostrador. Yo sentía vergüenza ajena viendo a la esclava Isaura escondida, como si buscara un lente de contacto en el piso, porque tardaba demasiado en reincorporarse, obligando a los policías a empinarse sobre el mostrador para preguntarle sobre la ubicación de su jefe.

Así nos encaminamos a la oficina, ya estaban allí el jefe de seguridad (no lo había visto antes), el muchacho de la paquetería que se había ido a almorzar (imagino indigesto) y el gerente del mes del Grupo Primavera Holding de Panamá. El agente de la fuerza pública explicó mi denuncia y ¡oigan ustedes lo que el gerente modelo dijo!: que le tomaran el nombre al muchacho de la paquetería, que si íbamos a presentar cargos sería contra el empleado. Yo le pedí al oficial el nombre del gerente y expliqué nuevamente que él era el responsable de lo que ocurriera en su tienda, que el capitán del barco no debe pasarle las pulgas al perro más flaco en la cadena de mando. Así, tras hora y media de pleitos, supe que estaba tratando con el señor Alí Duval De León Castillo, portador de la cédula de identidad panameña 8-305-1545, quien nunca nos miró a los ojos.

Me retiré del lugar, después de hora y media de tiempo perdido y sin cámara digital. En la tarde volví con uno de mis abogados, cuando pedimos hablar con Alí misteriosamente había salido a almorzar, eran las 5:00 p.m. Estoicamente lo esperamos y al aparecer le dijo a mi abogado que nos ofrecía “un buen descuento” en una futura compra, cosa que no va a suceder por razones obvias. Y aquí me encuentro escribiéndole a usted, para que no pase por esta desagradable situación.

 


 

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